Cuántas veces hemos querido alcanzar las
estrellas y sentirnos tan necesarios como el sol.
Qué ansias de transcender nos llevan a
realizar acciones sublimes y válidas en nombre de nuestros ideales o de nuestro
credo religioso.
Intentamos dar sentido a nuestra vida para
que ella nos dignifique en cada paso y en cada proyecto.
Jesús mismo nos estremece cuando nos
expresa que no todo el que dice “Señor, Señor”, entrará en el Reino definitivo
de Dios. Sin embargo, manifestándonos ante Él y llamándoles nuestro Señor y
Maestro, queremos que sea Él la plenitud de nuestra vida humana y nos invite
cada día a ascender y trascender, sin olvidar que no es “mirando al cielo” donde
encontraremos la alegoría de la Ascensión.
Invitados a dar testimonio del amor de
Dios, seamos testigos para nuestro mundo, hombres y mujeres encarnados, que dan
la vida por los demás siendo dóciles a la voz del Buen Pastor.
Como maristas, miremos al Padre Champagnat,
que siempre atento a las necesidades de su tiempo, marcó hitos en la educación
que hasta hoy, resuenan en pro de nuestros niños, niñas y jóvenes.
Que a la espera de Pentecostés, estemos
atentos al llamado vocacional, abiertos a los valores humanos y sobrenaturales,
y animados a dar a conocer el Reino de Dios.
